articulo de la semana

Cada semana comparto un artículo educativo orientado a maestros, padres o estudiantes. Me gusta ir mirando por la web, reseñas, libros e ideas, pero lo que más disfruto es leer artículos interesantes que hablan de educación.

El artículo de esta semana se titula originalmente: ”Docente, ¿a qué le tienes miedo? está escrito por el autor invitado: Santiago Moll,  docente y autor del blog justificaturespuesta.com.  A continuación les dejo en la lectura.

frustrated_student_id33137_size350Este artículo tiene la intención de hablar del miedo o, mejor dicho, de los miedos que tenemos todos aquellos que ejercemos la profesión de docente. Pero este artículo no sólo es un artículo acerca de nuestros miedos, es un artículo por y para valientes. Son muchas las situaciones que vivimos en nuestra práctica docente en la que el miedo nos puede llegar a paralizar. Es por ello que esta entrada está pensada no para aquellos que tienen miedo, sino para los que, reconociendo sus miedos, son capaces de enfrentarse a ellos para superarlos desde la más absoluta determinación y valentía.

¿Qué entiendo por el miedo del docente?

Todos sabemos lo duro que es enfrentarse todos los días a un grupo de alumnos. Muchos de nosotros hemos tenido grupos realmente muy complicados de gestionar. Grupos que se han convertido en una auténtica pesadilla y donde la palabra enseñar en ocasiones se queda en un segundo plano.

Desde mi experiencia personal, debo confesaros que he padecido esta clase de grupos. Hoy he decidido a contaros cuáles eran mis miedos por aquel entonces y de qué manera los he superado. Ten por seguro que no son fórmulas mágicas, pero creo que pueden ser un punto de partida para que enfoques la gestión de estos grupos con la mejor de las predisposiciones.

¿A qué le tenía miedo?

Recuerdo hace años una clase que era absolutamente terrible, o al menos esa era la percepción que tenía. Se trataba de una clase con una enorme diversidad en la que una parte de alumnos tenía unos problemas conductuales realmente importantes. A este grupo le impartía la asignatura de Lengua Castellana y Literatura tres días a la semana y, para más inri, a últimas horas de la mañana.

El error más importante que cometí fue sin duda el de rendirme desde el principio. Me autoconvencí de que no había nada que hacer con ellos, que de lo que se trataba era de aguantar la sesión lectiva y sobrevivirla de la mejor manera posible. Pero mi rendición se convirtió automáticamente en mi perdición. Recuerdo que no podía dejar de pensar en aquel grupo, la noche anterior ya pensaba en que al día siguiente tenía que impartirles clase, contaba las horas que faltaban para darles clase, llegaba el viernes y pensaba que era muy afortunado porque estaría unos días sin verlos.

Si os fijáis en lo que acabo de escribir, os daréis cuenta de que no impartía clase a ese grupo tres sesiones lectivas a la semana, les impartía clases todas las horas del día. No podía parar de pensar en el grupo, pero no hacía nada para cambiar la situación. Todos sabéis lo paralizante que puede resultar el miedo. Ahora, pasados los años, me doy cuenta de que el problema no era el grupo, sino la gestión del miedo que hice de ese grupo.

Precisamente, este curso académico tengo grupos mucho más complicados que los que tuve hace años. Pero puedo decir que a estos grupos ya nos les tengo miedo. He sido capaz de establecer unas estrategias y cambiar la visión de mí mismo y he logrado pasar de la angustia de entrar en un aula, al placer de enseñar a un grupo enormemente diverso. ¿Quieres saber cómo lo he conseguido? Aquí tienes algunas respuestas:

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Cómo vencer al miedo.

1. Planificación. Prepárate a conciencia aquellas clases en las que tengas los grupos más difíciles. Es fundamental que previamente a la impartición de la clase, seas capaz de visualizarla. Debes intentar anticiparte a todo lo que podrá ocurrir durante aquella sesión lectiva. No dudes que la mejor clase es aquella clase que parte del trabajo previo, de la preparación concienzuda.

2. Autoconcepto. Si quieres vencer tu miedo, debes en primer lugar, cambiar el autoconcepto que tienes del grupo y de ti mismo acerca del grupo. Convéncete de que tienes las estrategias para hacerte con las riendas de ese grupo. Porque cuando cambias tu autoconcepto es cuando dejas de rendirte y te pones a luchar para que las clases salgan adelante. La rendición es tu peor enemigo. Ya hablé de la importancia del autoconcepto en el artículo “Docente, ¿aplicarías el principio 20/80 a tu profesión y a tu vida para ser más feliz?” En este artículo cito una frase de Martín Seligman que resume a la perfección lo que quiero transmitirte: ‘Se puede cambiar lo que se siente cambiando lo que se piensa.

3. Reflexión. La rendición y nuestro autoconcepto tienen a otro enemigo que no es otro que la falta de reflexión. El problema del miedo es que tiene un efecto enormemente paralizante. A mayor miedo, mayor obsesión, y mayor obsesión, menor reflexión. Es por ello que si quieres superar el miedo debes analizarlo lo más detenidamente que puedas. Debes intentar verbalizar qué temes de aquellas clase. Y para ello es necesaria la reflexión. A través de la reflexión serás capaz de analizar cuáles son tus puntos débiles y cuáles son tus puntos fuertes. Una vez detectados, entonces céntrate en los fuertes y explótalos al máximo.

4. Flexibilidad. La conflictividad de un grupo debe regirse por encima de todo por el principio de la flexibilidad. Precisamente la flexibilidad es un arma tremendamente poderosa para combatir el miedo. Siendo flexibles en nuestras sesiones lectivas tendremos la oportunidad de modificar aquello que en un principio parecía inamovible.

5. Determinación. No hay mejor forma de superar el miedo que con una firme determinación. Hace tiempo que me convencí de que eres el amo de tu vida, pero también de tu destino. Aprende a distinguir aquello que tú si eres capaz de cambiar. Te pondré un ejemplo muy sencillo al respecto. Normalmente, aquellas clases que más tememos son las que solemos ser más impuntuales. Apuramos al máximo la hora de entrada, porque pensamos que si podemos arañar unos minutos, serán unos minutos en los que no estaremos padeciendo el grupo. Pues bien, esto es un error enorme. Y te diré por qué. Pues porque mucho antes de entrar en el aula ya estás sufriendo. Seguramente llevas sufriendo desde la noche anterior. La determinación te permite pensar en ese grupo sólo para ver qué aspectos puedes mejorar del mismo. Así que lo que hay que hacer es entrar más puntual que nunca, con la mejor de tus sonrisas, con una actitud tremendamente positiva. Eso es enfrentarse al miedo, en eso consiste la determinación. Sobre este punto te recomiendo la lectura del artículo titulado 5 consejos para empezar con buen pie una clase.

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6. Autocontrol. El autocontrol está muy relacionado con la inteligencia emocional. Si antes he hablado de la importancia de cambiar nuestro autoconcepto acerca de un grupo conflictivo, ahora quiero referirme al autocontrol que debes gestionar precisamente cuando estás dentro del aula. El autocontrol es el encargado de mantener a raya tus miedos, temores e inseguridades. Cuanto más trabajes el autocontrol, más facilidades tendrás de superar tus miedos. El autocontrol te permitirá gestionar no el miedo, sino las emociones. Si consigues entonces transformar el miedo en autocontrol, te aseguro que la gestión del grupo será tremendamente más fácil.

7. Entusiasmo. El miedo nos vence, pero también nos roba la alegría y el entusiasmo. Y sin entusiasmo es muy difícil poder enseñar. Debemos dar lo mejor de nosotros mismos a cada instante y debemos ser capaces de hacerles ver que nuestro miedo se ha transformado en entusiasmo. ¿Sabes de dónde procede la palabra entusiasmo?

“El sustantivo entusiasmo procede del griego enthousiasmós, que viene a significar etimológicamente algo así como ‘rapto divino’ o ‘posesión divina’.
En efecto, el sustantivo griego está formado sobre la preposición en y el sustantivo theós ‘dios’. La idea que hay detrás es que cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo es un dios el que entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse, como les ocurría —creían los griegos— a los poetas, los profetas y los enamorados.
Todos ellos estaban poseídos por la divinidad y por ello merecían respeto y admiración, pues llegaban a alturas que no podían ni siquiera vislumbrar las gentes de a pie”.

8. Pasión. Muy ligado con el entusiasmo encontramos la pasión. Siempre he pensado que la docencia es mitad vocación y mitad pasión. Pues bien, si eres capaz de transmitir pasión en lugar de miedo e inseguridad, te aseguro que serás capa de coger las riendas de tu clase. La pasión simple nos hace mejores en todo.

9. Relativización. Debes ser capaz de mirar tus miedos desde una distancia, desde cierta perspectiva. La perspectiva, junto con la reflexión, te permite afrontar los miedos, diseccionarlos, analizarlos e incluso darte cuenta de que tal vez la percepción que tenías del grupo no era tal vez la más objetiva. Relativizar te permite cuestionarte tu labor docente, te permite salir de ti mismo y valorar cómo enseñas a tus alumnos y cómo gestionas la clase.

10. Acción. Anteriormente he hablado de la reflexión. Pues bien, una vez hemos detectados nuestros puntos fuertes, llega el momento de entrar en acción. De entrar en el aula, con entusiasmo, con pasión, con determinación. Hay que entrar en ese aula con el convencimiento de que estamos en disposición de hacer algo grande, de que tenemos el control y el convencimiento de que esa sesión lectiva tendremos una excelente oportunidad de ganar la batalla a nuestros miedos porque, como he repetido varias veces en este artículo, lo malo del miedo es su inmovilidad, su falta de acción.

Acabaré este artículo con una cita de Fray Antonio de Guevara porque la última palabra de la misma recoge la esencia y la finalidad de este artículo:

El corazón que está lleno de miedo, ha de estar vacío de esperanza